ME GUSTA VIAJAR
Hay
gente a la que le gusta viajar. A mí me gusta viajar. Cambiar de
entorno, de paisaje, de gente, conocer nuevos sitios, nuevas
experiencias, nuevas sensaciones. Es un buen modo de aprovechar las
vacaciones cuando hay tiempo y algo de dinero. A decir verdad, ¿a
quién no le gusta irse de vacaciones?
Sin
embargo, otras personas no piensan en vacaciones cuando hablan de
viajar. Moverse de un sitio a otro, de una ciudad a otra, incluso de
un país a otro por necesidad, es a veces incluso un incordio.
Cuántas horas de coche, autobús o tren deben “malgastar”. Digo
malgastar porque suelen ser personas muy ocupadas, con un horario
metódicamente organizado, para que todas sus tareas cuadren a la
perfección. Pudiendo aprovechar estas horas haciendo otras cosas,
deben emplear su tiempo en moverse de un sitio a otro. Y esto, desde
mi punto de vista, no es viajar.
Para
viajar hay que ser conscientes de que nos estamos moviendo. Llevo
moviéndome de un lugar a otro desde que era pequeña. De hecho, la
primera vez que salí del país tenía una semana de vida. Obviamente
no me acuerdo, ni de las características de mi entorno antes de
meterme en el coche, ni del trayecto, ni de cómo había cambiado
todo cuando salí. Lo cierto es que me he acostumbrado tanto a viajar
que quedarme mucho tiempo en el mismo sitio me resulta complicado.
Cuando me paro a pensar de cuánto tiempo he “malgastado” en un
coche, autobús o tren me doy cuenta de que habría tantos días
acumulados que podría irme otra vez de vacaciones aprovechando ese
tiempo.
Los
niños pequeños ansían que el trayecto se acabe. “¿Cuanto
queda?” preguntan cada dos por tres, ”¿falta mucho?”. Como
niña que fui no hace mucho tiempo, me considero también culpable
(lo siento papá).
Ahora
he crecido un poquito, no mucho, pero lo bastante para pensar de otra
forma. Sigo viajando, incluso más que antes, hasta el punto de estar
harta de tener que moverme tanto, de tener que estar en todos sitios
a la vez. Pero en realidad las cosas no son así. Nuestro día a día
se basa en cumplir plazos. Se nos ha impuesto la filosofía del
“carpe diem” y del “tempus fugi”,
aprovecha el momento, la vida
pasa y es corta. No podemos estar ni un minuto sin hacer algo que sea
productivo para nuestro futuro o con el que disfrutemos.
Alguien
me dijo “Perder tiempo para ganar tiempo”.
Esos momentos en los que sientes que estás perdiendo el tiempo,
pudiéndolo aprovechar haciendo otra cosa en lugar de viajar. Esos
momentos son los que te hacen
ganar tiempo en la montaña rusa que es el día a día, entre tanto
ajetreo y tanto estrés.
Como
he dicho antes, para viajar hay que ser conscientes de que nos
estamos moviendo, de que vamos de un sitio a otro, con algún
objetivo. No vale cerrar los ojos y querer llegar cuanto antes, no
vale impacientarse, ni maldecir a los demonios porque el tiempo no
pase más deprisa, o por que el destino está demasiado cerca. No
vale meterle prisa al conductor, no vale preocuparse por no llegar a
tiempo. No vale querer cambiar lo que no podemos cambiar.
Por
eso, a mí me gusta viajar, porque durante el viaje no necesito
preocuparme por nada. El trabajo en el autobús no suele ser
productivo. No tengo responsabilidades, puedo evadirme de los plazos,
de mis deberes como estudiante, amiga, compañera, incluso de mis
deberes como persona perteneciente a una sociedad. Lo único que me
queda es relajarme, disfrutar del momento, del momento de no tener
que hacer nada. Simplemente buena música, una ventana por la que
mirar y, ¡a ganar tiempo!