El primer
año de universidad supone para todos una época de muchos cambios. No podemos
evitar pensar en ello y preguntarnos cómo nos afectarán esos cambios. Nos
imaginamos una vida totalmente diferente a la que tenemos en el instituto,
aunque como ya sabemos, lo que nos imaginamos nunca corresponde con la realidad
que después se nos presenta. En mi caso no ha sido diferente, la realidad no ha
sido como me imaginaba.
Me incliné por el Colegio Mayor
Ximénez de Cisneros cuando supe que la vida colegial giraba en torno al rugby.
He practicado diferentes deportes desde que tengo memoria, baloncesto, fútbol,
atletismo, triatlón, pero nunca el rugby, y era algo que me llama mucho la
atención.
Recuerdo la primera vez que cogimos
un balón en banquitos y comenzamos a hacer pases. ¿Cómo demonios hacían para
pasar el balón dando vueltas con tanta potencia y precisión? Luego supe que ese
efecto se llamaba spin. Recuerdo la primera tocata, el primer entreno con el
colegio, el primer entreno con el club. La verdad es que parecía un “pato
mareado”, sin saber dónde colocarme, a dónde ir, y con barro hasta la rodillas.
Realmente el rugby es el deporte más complicado de entender al que he jugado
hasta ahora, y por ello el más completo, sufrido y bonito. Diría que es el
deporte de equipo por excelencia, porque aquí sí que es imposible que un
jugador, por muy bueno que sea, gane él solo un partido. Jugar al rugby es una
de esas experiencias que hasta que no la experimentas, no te puedes hacer ni
una idea de cómo es realmente.
Nuestro primer torneo con el equipo
femenino del colegio fue un buen punto de partida. La verdad es que me abrió
los ojos y casi que me di con un canto en los dientes. ¿Que el seven era sólo
correr? Já. Mi experiencia me dice que mínimo también tienes que conocer bien
las líneas -mi primer intento de ensayo fallido por ensayar en línea de 5-.
Bueno, algo más que contar. En realidad no. Ese torneo fue, además de nuestro
primer partido como equipo, lo que nos ha hecho ver todo lo que hemos
progresado.
La
primera etapa de un deporte es la más bonita, porque es cuando más agradecido
es el aprendizaje. En todos los entrenamientos, cada uno de ellos diferente,
con las explicaciones de Pinel y Manu, aprendíamos todas esas cosas que
no entendía cuando llegué aquí, las touches, los rucks, a sacar la mano, a
barrer, a patear, y lo que más nos gustaba, a placar..
Después
llegaban los partidos, donde podíamos demostrar nuestro trabajo, pero sobre
todo, disfrutar. ¡ALE COLE!
Así que no, la realidad no ha sido
como me imaginaba. La realidad lo ha superado. ¿Cómo iba yo a pensar que al
levantarme por la mañana y mirar por la ventana iba a poder ver el mejor campo
de rugby de España, que podría ir a banquitos a cualquier hora y encontrarme a
gente jugando con un balón, que podría ver partidos en vivo y en directo de la
División de Honor? Ahora puedo llevar la sudadera del cole y afirmar orgullosa:
Sí, soy del Cisneros.